Historia

Hace casi mil años, un grupo numeroso  de humanos terrestres atravesó accidentalmente un portal espacio-temporal que los transportó a este mundo desconocido, habitado por una gran diversidad de criaturas. Una de ellas predominaba sobre las demás: los meskar.

Los recién llegados contemplaron atónitos a los meskar como seres imponentes, con la robustez de un oso, la ágil cola de nutria y el paso firme de lobo, que se movían con una agilidad inquietante. Eran inteligentes, organizados, y no estaban dispuestos a compartir su mundo.

El enfrentamiento fue inmediato e implacable. Para los humanos, los meskar eran bestias incultas y salvajes; para los meskar, los humanos eran invasores indeseados. No hubo tregua, solo un belicismo constante que, a través del tiempo, tiñó de sangre las vastas planicies de Alkhair.

Pese al ambiente hostil, los descendientes humanos lograron prosperar y desarrollar su propia cultura, paralela a la de los meskar nativos del planeta. La enemistad entre ambas especies se mantuvo intacta como una bruma espesa a lo largo de los siglos, manifestándose en innumerables guerras que, en ocasiones, las llevaron al borde de la aniquilación.

Sin embargo, el crecimiento de ambos pueblos dio origen a una floreciente civilización, con tecnología en comunicaciones, transporte y armamento comparable a la alcanzada por la humanidad terrestre del siglo XX.

Una luz de esperanza surgió al concluir la última gran guerra. Tras años de tensas negociaciones y con el propósito de poner fin al derramamiento de sangre en Alkhair, meskar y humanos firmaron un tratado de paz, acordando separar sus sociedades. Cada especie ocuparía uno de los dos supercontinentes del planeta. Esta separación física propició el advenimiento de un largo período de paz, que fomentó el acercamiento y la reconciliación entre meskar y humanos.

Después de siglos de desconfianza mutua, los grupos más pacifistas de ambas especies buscaron nuevas formas de integración. En un esfuerzo conjunto, crearon diversas organizaciones mixtas de control y construyeron Ciudad del Canto, un centro urbano cosmopolita para la convivencia pacífica y la cooperación. Esta es la única ciudad donde humanos y meskar trabajan codo a codo, ayudándose mutuamente, con la esperanza de que su ejemplo se extienda por todo Alkhair.

Sin embargo, las cicatrices que deja la guerra y la desconfianza mutua son difíciles de sanar. Desde las sombras, voces puristas y separatistas se oponen a la convivencia pacífica, fomentando la superioridad de una especie sobre otra, desatando olas de odio, venganza y prejuicios que amenazan con destruir la frágil paz alcanzada.